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Exploradores de las Profundidades de la Tierra

Foto del escritor: Carmen Maya PostaCarmen Maya Posta

La voluntad humana se activa por el miedo o el deseo. Estas son las dos fuerzas motrices detrás de las acciones humanas, a las que podríamos asignar una multitud de sinónimos. Cada persona es guiada por sus aspiraciones y sentimientos hacia una dirección particular. Así comenzó la historia de la humanidad y la exploración de las cuevas esparcidas por nuestro planeta.


Esta relación milenaria ha ganado mayor reconocimiento en los últimos años gracias al creciente interés por la espeleología, tanto entre los científicos como entre las mentes más intrépidas y curiosas. La misma palabra acuñada para esta disciplina proviene del griego ‘spélaion’ (caverna) y ‘lògos’ (discurso), ofreciéndonos una pista sobre su alcance. La espeleología es la ciencia de los exploradores: aquellos que desean experimentar y documentar el conocimiento del mundo subterráneo.


Me In a Cave in Sicily
Yo entranto en una cueva en Sicilia © Marco Vattano

¿Qué impulsa a una persona a adentrarse en las largas cuevas de ‘roca viva’ que habitan las profundidades de la Tierra?


La idea de descender bajo tierra durante kilómetros y kilómetros, o incluso solo unos cientos de metros, puede provocar inicialmente miedo o rechazo. Pero es precisamente ahí donde se activa un mecanismo dentro de nosotros: el desafío de descubrir lo desconocido.


Algunas personas, movidas por el deseo de explorar lugares ocultos y descubrir el mundo más allá de los límites a los que estamos acostumbrados, abrazan esta extraordinaria disciplina, que fácilmente puede convertirse en una pasión. Otras, sin embargo, impulsadas por miedos como la claustrofobia, deciden enfrentarlos de una manera poco convencional, a través de lo que podríamos llamar una ‘terapia de choque’. Cuando encontramos el valor para exponernos a lo que más nos intimida, descubrimos que, en el fondo, no era tan aterrador como imaginábamos. La verdad es que, una vez que damos el primer paso dentro de las cavidades inexploradas, una increíble oleada de adrenalina se apodera de nosotros. Nos sentimos vivos, llenos de asombro.


Jo De Waele
Jo De Waele en la Cueva de los Tres Niveles, Etna, Sicilia © Carmen Maya Posta

La visión de minerales centelleantes en las vastas salas kársticas o de las inmensas cámaras volcánicas deja una huella imborrable en la memoria de quienes se atreven a experimentarlo. Son paisajes únicos, nunca antes vistos. Inevitablemente, la mirada se nutre, los sentidos se instalan en una paz inusual, rodeados por la calma y el silencio que estos lugares regalan generosamente.


Cave
Cueva dei Cocci, Sicilia © Carmen Maya Posta
Cave
Cueva dei Cocci, Sicilia © Carmen Maya Posta

Además, en una cueva nunca se entra solo, por razones obvias de seguridad. Esto crea lazos profundos, fomentando interacciones simples pero genuinas, porque la vida misma depende de los compañeros de viaje que nos acompañan. La espeleología se convierte así en una forma de ‘terapia personal’. La exploración pasa del mundo exterior a nuestro ‘yo interior’, evolucionando en un medio de autoafirmación y superación de nuestros propios límites, permitiéndonos conocernos mejor.


A través de esta voluntad personal, nos fortalecemos, superamos incluso nuestros miedos más profundos y cumplimos deseos que ni siquiera sabíamos que teníamos. Quizás sea esto lo que hace que esta disciplina sea tan fascinante.


Olga
Olga en la Cueva del Agua, Granada © G.E.G
 

📝 ¡Gracias por leerme! Escribí originalmente este artículo en italiano para el periódico “Periodico Italiano Magazine” el 18 de julio de 2024. También puedes encontrarlo en las siguientes plataformas, con enlaces a las versiones en inglés y español en mi web:




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